martes, 15 de octubre de 2013

DIA 4: ZAFRA-MÉRIDA (Por fin una jornada monótona...........)

Viernes, 6 de Septiembre


Segundo día que me caigo de la cama sin ayuda externa.  He vuelto a dormir de un tirón así que espero no haber molestado demasiado a mi compañero de habitación, un norteamericano de ochenta años un tanto sensibilizado con el ruido. Aunque ahora que lo pienso se acostó con antifaz y tapones….
Este peregrino venía “rebotado” del otro albergue y pernoctaba por segundo día consecutivo en Zafra. El motivo es que había roto sus botas y no tuvo mejor idea que coger un autobús a Sevilla, para comprarse unas nuevas, y regresar el mismo día.  Y compartió conmigo su gran descubrimiento: una tienda donde había toda clase de artículos relacionados con el deporte. Vamos, que había ido al “Decartón”, ja,ja,ja.
Desayuno en compañía del hospitalero y Juanlu, un bicigrino que empezó su camino en Rota. Charlamos un buen rato y, tras hacernos unas fotos, comenzamos la jornada juntos.



Antes de que el desayuno hiciera efecto me encuentro con tres kilómetros de subida. ¡Qué bonito empezar la mañana resoplando…! Y qué desperdicio de energías. Tanto subir para acto seguido tener que “estrujar” las manetas de freno, en un vertiginoso descenso de apenas un kilómetro, por una pista de cemento para llegar a Los Santos de Maimona.



Esta fue la única dificultad destacable del día. A partir de aquí seguimos por camino en animada charla, con unos primeros kilómetros muy bonitos entre olivos y, casi sin darnos cuenta, llegamos a Villafranca de los Barros, donde paramos a almorzar.



Para los peregrinos de a pie debe de ser una tortura recorrer los siguientes 27 kilómetros hasta Torremejía. Sin poblaciones intermedias ni sombra donde cobijarse. En bicicleta, en cambio, los kilómetros caen con facilidad. Trazado prácticamente llano entre viñedos, primero por caminos de arcilla y más adelante por pistas de tierra compactada. Hacia la mitad del trayecto hay una larga recta de falso llano que me recuerda a  la cinta transportadora de una fábrica de alimentos rebozados ya que, mientras la recorremos, vamos siendo periódicamente espolvoreados por los tractores con los que nos cruzamos.
Tras cruzar una carreterilla tengo mi ya tradicional encuentro con el dúo alemán. Empiezo a pensar que están haciendo algún tipo de promesa de no pisar bares porque los descansos siempre los hacen al pie del camino. Y no creo que sea por motivos económicos ya que suelen pernoctar en hoteles cuando no encuentran paradores….





Pasadas las dos llegamos a Torremejia, pueblo que también se hace de rogar desde que se divisa por primera vez. La idea era la de parar a comer pero el único bar con terraza sombreada que encontramos no sirve comidas. Nos conformamos con una mini-tapa, eso sí, bien regada con tintos de verano y “claras”. Así que, para 15 kilómetros que restan, continuamos hasta Mérida. Si bien a esas horas el sol da de lleno, el calor es más llevadero que en los días anteriores (la temperatura está más cerca de los treinta que de los cuarenta…).
Seguimos la carretera nacional unos siete kilómetros hasta que encontramos la señalización del camino a la derecha. A medida que nos vamos aproximando a Mérida el paisaje se va tornando cada vez menos atractivo. Los últimos kilómetros son más bien una escombrera y la llegada al río se hace por la “zona residencial” de la ciudad. A este lado del río  parece que los servicios de limpieza no llegan. Si hasta para hacer la típica foto junto al puente romano hay que ir esquivando boñigas de caballo…





A las cuatro y media ya hemos tomado posesión de una mesa en  la Plaza Mayor. Pues a reponer líquidos y tapear algo, aunque no demasiado…. y a buscar el albergue, que se encuentra un kilómetro más adelante junto al río.
Aquí me despido de Juanlu. La compañía es grata pero cada uno tiene sus prioridades. Él ya conoce la ciudad y prefiere continuar hasta Aljucén. En mi caso, tenía decidido hacer noche aquí y aprovechar para visitar, aunque sea de manera somera, las famosas ruinas de Emérita Augusta.
Las instalaciones del albergue no están tan mal como había leído. El único pero  es que el hospitalero lo es a tiempo parcial. Cuando llego solo está ocupado por un matrimonio de peregrinos italianos. El hombre está recuperándose de una gastroenteritis. Y no sería el único caso que me encontraría durante los días venideros.
Como el hospitalero no vuelve hasta las seis me pongo con las tareas cotidianas. La primera impresión, cuando me pongo a remojo, es que he perdido de golpe mi incipiente bronceado a juzgar por el color rojizo del agua que va al sumidero, cortesía de Tierra de Barros. Luego paso por la ducha las alforjas, que también llevan adheridas unos cuantos gramos de polvo caminero. Y cuando le toca el turno a la ropa, pues más chocolate…De la bici mejor no hablamos….




Poco después se asoma a la entrada del albergue un chico que no tiene pinta de peregrino. Me acerco para ver qué busca. Falsa alarma Mañana inicia la Via de la Plata desde Cáceres y le han dicho que las credenciales se expiden aquí, lo cual resulta ser cierto. Pasadas las seis aparece una mujer que resulta ser la hospitalera. Me registro, paso por caja y me proporciona un juego de sábanas y una funda de almohada. Pues otro día sin utilizar el saco.
Sigo pensando que la inmensa mayoría de las personas que hacen el Camino son gente sana y para botón de muestra el encuentro con este futuro bicigrino. Mientras charlamos del camino (había hecho un tramo a pie el año anterior), aprovecho para preguntarle a qué distancia se encuentra el Teatro Romano. La cuestión es que, obviando la recomendación de las madres de no subir al coche de un desconocido, acaba dejándome junto a las taquillas de acceso al complejo monumental. Kilómetro largo de paseo que me he ahorrado.
La visita cultural debo de hacerla a paso ligero y de forma parcial, ya que las ruinas están desperdigadas por la ciudad. Así que la ruta se circunscribe al Teatro y Anfiteatro, los Columbarios, la Casa Mitreo y la Alcazaba. Ya tengo excusa para volver por aquí otro año.




















Ceno cerca de la Plaza Mayor y pasadas las diez de vuelta al albergue, que todavía tengo que guardar en las alforjas la exposición estilo “primera comunión” que tengo en la cama. En el interior del albergue hace un calor húmedo (consecuencia de que esté ubicado junto al río) que hace que esa noche duerma como en casa. El que viva en la costa mediterránea sabrá a qué me refiero…

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