viernes, 1 de noviembre de 2013

DIA 7: GALISTEO -BAÑOS DE MONTEMAYOR


Lunes, 9 de Septiembre


Lo que son las cosas. Ayer me costó conciliar el sueño en una cómoda habitación y, en cambio, esta noche he dormido de un tirón en la habitación del “Sheraton” donde me hospedé. Mientras desayuno en la terraza del bar veo pasar a mis dos paisanos alicantinos. También hicieron noche en Galisteo pero se alojaron en un hotel de las afueras,  junto a  la carretera de Plasencia. Me comentaron su odisea al llegar a la famosa Finca Larios. Tenían ya Galisteo a la vista pero se vieron obligados a dar media vuelta al encontrarse los caminos embarrados, necesitando un par de horas, empujando campo a través, para llegar hasta aquí. Tienen previsto llegar hoy a Calzada de Béjar. En mi caso, tema libre…
A pesar de tomármelo con calma me sigo dejando cosas en el tintero. Lo único que he visto de Galisteo ha sido parte de las murallas. Vamos, que me he quedado en el forro.





Tras diez kilómetros por una carretera local se llega a Carcaboso. Hago una pequeña compra en un supermercado a la entrada de la población y sigo recorriendo el casco urbano. Me llama la atención que, para ser lunes, hay muchos comercios cerrados. La explicación es que al caer el Día de Extremadura domingo han pasado la festividad a hoy.
A la altura de un bar, junto a un parque, veo a los dos franceses con los que coincidí anoche en el hostal, que están preguntando algo a un parroquiano pero parece que no se entienden. Los saludo y, ya que me defiendo en francés, me ofrezco a hacerles de intérprete. Pues resulta que uno de ellos estaba buscando un estanco donde comprar puritos. El estanco estaba cerrado pero en el mismo bar sí venden. Una vez hecha la gestión, y en agradecimiento, me invitan a tomar algo y como no sé decir que no....pues me quedo.
En el bar  aprovecho para preguntar por dónde se va hacia el Arco de Cáparra y me aconsejan tomar la carretera hacia Valdeobispo. Lo del estado de los caminos es siempre opinable pero, por prudencia, sigo la recomendación de los lugareños. Y los franceses también optan por esta alternativa. Valdeobispo, para variar, está en alto y en menos de un kilómetro se gana bastante altitud. Aquí uno de los franceses me dice que no les espere porque su compañero va  muy despacio en las subidas debido a que tiene problemas de corazón, a lo que le respondo que si no les espero no sé quién me va a hacer la foto de recuerdo en el símbolo de la Vía de la Plata.
Tras la corta y exigente subida,  hay unos diez kilómetros de perfil suave en dirección a las estribaciones de la Sierra de Béjar.




Una vez alcanzado el cruce de  Casas de Ventaquemada se retoma de nuevo el camino, atravesando otro bonito tramo de dehesa. Y conforme me voy aproximando al famoso Arco de Cáparra experimento la misma sensación de cosquilleo en el estómago que tuve cuando llegué a la Cruz de Ferro en el Camino Francés. Parece que se detenga el tiempo cuando contemplas esta impresionante obra.
Como todo no iba a ser perfecto resulta que el Centro de Visitantes está cerrado. Adiós visita y adiós a mi previsión de cargar agua. No entiendo que este lugar permanezca cerrado a cal y canto en un día que, precisamente por ser festivo, es propicio para que mucha gente venga a visitarlo. En fin. Un contratiempo si vas en bici y un faenón para los que caminen. Así nos va en este bendito país…….







Un trecho más por camino, con vadeo de arroyo incluido, para después tomar una carretera solitaria que desemboca en la Nacional.




Ya estamos como casi todos los días. Las dos de la tarde, el sol en su apogeo, poca agua y mucha hambre. Y el dúo francés está igual. Que digo yo  que no va a ser todo hacer kilómetros. Y la siguiente población, Aldeanueva del Camino, está a diez kilómetros por una carretera que tira para arriba. Así que, a la sombra de un puente de la Autovía, le digo a los franceses que no se preocuparan. Que en España puede aparecer un bar en el lugar más inesperado. Consulto el mapa y veo que hay un pueblo a un kilómetro. Como el desvío es mínimo y la necesidad mucha, nos dirigimos a La Granja. Antes de llegar al pueblo veo a mi izquierda un rio y gente bañándose, y justo enfrente ¡Aleluya! ¡Un chiringuito! Pedimos tres refrescos y nos plantan una generosa ración de alguna parte del cerdo, creo que eran morros, a la plancha. Otra ronda y otra ración. Pues ya puestos, que vaya marchando una tortilla de patatas, postre, café y licores. Si es que el yantar y el beber hermana a los pueblos.
Llega la hora de las presentaciones: Henry, setenta y seis años, fumador (todo un espectáculo verlo montado en bici con el purito en la boca),  con prótesis en una rodilla, cadera y otra más que no recuerdo dónde me dijo que la tenía “instalada”; y Jean Baptiste, setenta y un años, y al que sólo le trabaja la mitad del corazón después de un infarto sufrido hace un par de años. El primero, impetuoso, cachondo mental, siempre va por delante aunque no sepa por dónde va y que solo conoce dos palabras en español: “hooooola” y “grasiasss”. El segundo es más reflexivo, flemático, que sí que  se estudia la ruta y hace esfuerzos por entender y e incluso hablar el idioma “nativo”.
Henry, que es un apasionado del ciclismo, convence al dueño del chiringuito para que conecte la televisión para ver el final de la etapa de la Vuelta. Creo recordar que ese día terminaba en los Pirineos. Tres horas de parón, a resguardo del sol, bien comidos, buena conversación y mucho cachondeo. Ya me gustaría seguir dando guerra a su edad. 





A las cinco levantamos la sesión. Un poco más y nos toca pedir la merienda. Al llegar a la rotonda para incorporarnos a la Nacional pasa un bicigrino que nos saluda con un efusivo “hombre, por fin veo ciclistas”. Es José Luis, treinta y seis años, vitoriano, y que empezó en Córdoba, tierra natal de sus padres. Siempre rueda por carretera y hace entre 150 y 170 kilómetros diarios. Como yo más o menos, ja,ja,ja. Y que también le ha pasado de todo en estos días, incluido un intento de “secuestro” por parte de cuatro tipos que iban bolingas a la salida de un pueblo en fiestas.
Se nota que el vitoriano tiene ganas de hablar después de tantos días sin cruzarse con nadie. Y, efectivamente, está muy fuerte. Cuando la carretera se empina simplemente se pone de pie moviendo un desarrollo intermedio. En esas circunstancias yo no estoy para darle mucha conversación. Bastante tengo con concentrarme en lo mío mientras me pongo en función “molineitor”. Llega un momento en que se queda hablando solo mientras yo voy cien metros por detrás. Entonces  da media vuelta y vuelve a ponerse a mi altura sin despeinarse. Luego me reconoció que hasta hace tres años competía.



Me detengo junto a una gasolinera, a la salida de Aldeanueva, compro un refresco y me lo bebo mirando a la carretera. El vitoriano había parado un poco antes para contestar una llamada y de los franceses ni rastro. Durante esos quince minutos de descanso, consulto mi guía y veo que Baños de Montemayor está a unos nueve kilómetros, por lo que decido continuar. La distancia será corta pero los últimos cinco kilómetros, de subida ininterrumpida, se me hacen largos. A punto de llegar a Baños me alcanza el vitoriano. Vaya conferencia más larga había tenido con la parienta…
Paramos en el monolito que hay a la entrada del pueblo y ya tengo claro que termino aquí, que ya son las siete y media. El vitoriano quiere convencerme para que continuemos hasta Calzada de Béjar. No se fía de ir solo y que se le haga de noche. Finalmente soy yo el que le convence para que se quede aquí. Le hago ver que al ritmo que va él veinte kilómetros de menos no le van a alterar sus planes. Hoy le ha salido una etapa “corta” de 125 kilómetros….




Buscamos el albergue pero está cerrado. Llamo al teléfono de contacto y el encargado me dice que han tenido que fumigar por chinches y tiene que estar varios días cerrado. Vaya por Dios…. Nos informa de que, aparte de los hoteles y hostales que hay en el pueblo, hay una señora que aloja, previo pago claro está, a peregrinos en su casa. Pues a buscar a la señora Alicia. Efectivamente, es una casa particular que dispone de habitaciones en la primera planta. Habitación con dos camitas, limpio, doce euros por barba. Y las bicicletas las guardan en un garaje cercano. Suficiente. Pues a compartir habitación. No sé si esto de dormir cada día con uno diferente se puede considerar promiscuidad……

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