viernes, 20 de diciembre de 2013

DIA 12: TÁBARA-MOMBUEY

Sábado, 14 de Septiembre

Hacía tiempo que no me pasaba una de las mías. Advertido de que el camino estaba cortado por las obras empiezo la jornada por la N-631. Llevaba recorridos dos kilómetros y medio cuando ya tenía a la vista a los franceses, que estaban terminando de superar un repecho. A mitad de subida me desabrocho la chaqueta y escucho un tintineo que proviene del bolsillo trasero. ¡¡Me cagüen…!!! Me había llevado de recuerdo las llaves de la habitación.  Pues media vuelta hacia Tábara y cinco kilómetros más de calentamiento.
Una vez resuelto lo del hurto involuntario me reencuentro con los franceses y con Santi a la altura del desvío hacia Litos, donde ya se puede circular por carreteras sin apenas tráfico hasta Santa Croya de Tera. Jean Baptiste quiere sellar su credencial en el albergue de esta población por la curiosidad de que se llama igual que su hija: Anita.
El albergue está cerrado a esas horas y nos recibe un empleado, que nos advierte de que los propietarios llegarán más tarde. Le explico el motivo de la visita y me dice que no es posible sellar a los peregrinos que no se alojan. El argumento (y no era la primera vez que lo oí durante los días de travesía) es que lo prohíbe la Guardia Civil. En mi modesta opinión es una chuminada campestre. Una cosa es la obligación de todo establecimiento de hospedaje de tener un libro-registro de viajeros que ha de estar a disposición de la policía y otra que no se quiera sellar a un peregrino que está de paso pero que no va a pernoctar. A mí lo del sello de marras me resbala pero J.B. se va un tanto decepcionado.



Un kilómetro después, tras cruzar el puente sobre el río Tera, llegamos a Santa Marta. Parada obligatoria en la iglesia para ver la famosa escultura de Santiago Peregrino, símbolo del Camino Sanabrés, que se encuentra en la parte trasera, junto al cementerio.








Tras tomar un refresco en un bar cercano el cuarteto se desperdiga. Santi prefiere seguir por asfalto para llegar hasta Puebla de Sanabria. Los franceses se marchan también y yo me quedo todavía un rato remoloneando por los alrededores.
Y, tras casi tres jornadas por asfalto, por fin retomo el camino. Un bonito tramo entre árboles en paralelo al río Tera. El problema es que un poco antes de cruzar un puente me encuentro con que el camino está transitado por camiones que cargan material en una gravera cercana. Otra vez las puñeteras obras….






A la altura del puente coincido con los franceses. Lo cierto es que, salvo este pequeño incidente, el resto del recorrido hasta Rionegro del Puente es una gozada.  El paisaje de ribera hasta Calzadilla de Tera, los viñedos a la salida de Olleros, la subida al embalse de Nuestra Señora de Agavanzal, la carreterilla  que bordea la presa hasta llegar a Villar de Farfón y más camino hasta Rionegro del Puente. Disfrutando del paisaje y del silencio. Uno de esos momentos de desconexión total. Y esto era sólo un aperitivo de lo que ofrece el Camino Sanabrés. Definitivamente no me arrepiento de haber tomado esta variante.












En Rionegro del Puente se acaba la paz espiritual. Otro pueblo que está de feria. El bar que localizamos está atestado de gente. Descartamos comer aquí, aunque ya son horas, y simplemente nos limitamos a tomar un refresco.
Proseguimos por la Nacional 525. La carretera va picando hacia arriba y se está levantando un molesto viento de cara. A las cuatro llegamos a Mombuey y esta vez hay consenso para dar por finalizada la jornada: aparte del hambre, el motivo es que no nos queremos perder  el final de etapa de la Vuelta. Bocata de lomo y jarra de cerveza mientras vemos a los profesionales lidiando con las paredes del Angliru….
Una vez finalizada la primera sesión de “sillón-ball” del día, nos dirigimos a buscar el albergue o, mejor dicho, el refugio de peregrinos. Un lugar muy modesto no apto para escrupulosos, ja,ja,ja. Pues es lo que hay. Conforme avanza la tarde se va poblando. Primero los dos alemanes de costumbre,  luego una peregrina alemana que había visto a la salida de Villar de Farfón y, a última hora, un bicigrino gallego.





Me sorprende que la pareja de alemanes haya decidido parar aquí cuando suelen pernoctar en hoteles. La explicación es que el único hotel que hay en el pueblo está lleno y no tienen fuerzas para continuar más adelante. Los dos van muy tocados del estómago. Llevan todo el día con vómitos y diarrea y lo achacan a la paella que tomaron anoche en Tábara. Desconozco la explicación científica, pero la sabiduría popular, al menos en mi pueblo, desaconseja tomar paella por la noche. Por algo será…
A la hora de la cena mis amigos franceses conocen de primera mano lo que es un bar “typical spanish” cuando hay fútbol. Jugaba el Barcelona contra el Sevilla y hubo alguna que otra decisión arbitral polémica. Veían el partido de manera desapasionada, admirando el juego de ambos equipos y se sentían un tanto cohibidos con el griterío de los parroquianos. Y algo desconcertante para ellos: podían entender que una parte de los presentes animara a los locales pero lo que no les cuadraba es que hubiera tanto sevillista en un pueblo de Zamora, ja,ja,ja.

Los franceses tuvieron bastante con un partido y yo me quedé viendo el que venía a continuación (el de los otros “sevillanos”…) en compañía de Peke, el bicigrino gallego. El partido en sí fue un tostón pero ayudó a que me entrara el sueño, ya que esa noche no interesaba moverse demasiado en la cama no fuera a despertar a la microfauna que habitara en el colchón. 


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