jueves, 26 de diciembre de 2013

DIA 14: PADORNELO-LAZA (Una etapa dura, bonita y gratificante)



Lunes, 16 de Septiembre

Otro día que comienza con el tradicional desayuno a las siete y media con los amigos franceses. Y como de costumbre me pongo en marcha un poco más tarde que ellos con la certeza, o mejor dicho creencia, de que coincidiremos a lo largo de la jornada.
Como novedad, los primeros kilómetros son de enfriamiento, consecuencia de empezar cuesta bajo prácticamente hasta Lubián.



Pero la sensación de frío desaparece pronto ya que una vez superada esta población empieza la subida al puerto de La Canda. La primera parte de la ascensión la hago por una carretera estrecha (la ZA-106) en la que sí que noto que, a mi ritmo, avanzo. Lástima que desconociera que continuando por la misma carretera también se corona el puerto, ya que al incorporarme a la N-525 vuelvo a tener la misma sensación de ayer de pedalear en medio de la nada. De todos modos, este puerto en más corto que el Padornelo y no tardo demasiado en llegar al túnel que anuncia el final de la subida.
Una vez atravesado el túnel tengo sensaciones contradictorias: satisfacción por entrar en Galicia y cierta tristeza por lo que significa estar en la parte final de mi viaje.


Primeras vistas de Galicia


Al llegar a Vilavella me cuesta encontrar la señalización del camino. Le pregunto a una señora que, muy amablemente eso sí, me da una larga explicación de la que sólo logro entender tres palabras: “a la izquierda”. El motivo de hacer este tramo por camino se debe a la curiosidad de pasar  junto a la ermita de Nuestra Señora de Loreto, que es la patrona de mi pueblo y el nombre de la persona que me extiende, con resignación, los permisos  matrimoniales para mis escapadas septembrinas de los últimos años.
Es un tramo de unos cinco kilómetros al que se accede por una corredoira con un pronunciado descenso que resulta ser demasiado técnico para mí. Pues a empujar un rato que al menos el paraje es bonito. Con lo que no contaba era con toparme con una cancela cerrada a cal y canto. Tenía un pequeño acceso a la derecha por donde pueden pasar los peregrinos a condición de que se quiten la mochila pero en mi caso no me queda otra solución  que desmontar las alforjas y pasar la bici por arriba. Así que entre una cosa y la otra empleo una hora para llegar a la ermita.



La puñetera valla......

Ermita de Nuestra Señora de Loreto

Unos cientos de metros después el camino desemboca en O Pereiro y, en vista del éxito obtenido, abandono la faceta aventurera y me voy a lo práctico: tomo la carretera OU-311 hasta enlazar con la Nacional. Al poco de incorporarme al asfalto me encuentro a un tipo ataviado con chaqueta militar que, encaramado a una peña, saluda a todos los coches que pasan. Cuando llego a su altura me da ánimos para la subida. ¿Cómo? ¿He oído bien? Pues sí. No contaba con que había que subir el Alto do Cañizo.



Y tras la subida sorpresa de cinco kilómetros, descenso hasta A Gudiña. En esta población me siento un tanto desorientado y necesito consultar la guía, que dice textualmente lo siguiente: “salimos de A Gudiña por la calle Mayor que nos lleva hasta la plaza mayor…”. Como la explicación no es suficiente conecto el GPS del teléfono y averiguo que la Rua Maior es la calle paralela a donde me encuentro, que es la continuación de la Nacional a su paso por el pueblo. No me había perdido, pero es que el adjetivo “mayor” a la calle y la plaza que me encuentro es cuanto menos generoso. Una calle estrecha y una pequeña plaza con un cruceiro donde sí aparece la famosa bifurcación del camino por Verín o Laza. La opción la tenía clara pero resulta que la ruta hacia Laza se ha desviado como consecuencia de las obras del AVE. Vaya con las obritas…

Plaza Mayor de A Gudiña




Tanto “esfuerzo mental” para orientarme en una población de poco más de mil seiscientos habitantes me ha dado hambre.  Afortunadamente sigo cumpliendo la norma de hacer caso a mi estómago y es que las calorías del generoso bocata de tortilla que me sirvieron me iban a hacer falta en los siguientes kilómetros.
Vamos a ver qué nos depara el desvío: hay que continuar por la N-525 por la alternativa de Verín durante unos cinco kilómetros y abandonar la carretera por la derecha a la altura de una estación de servicio. Tengo que hacer un ejercicio de disciplina para tomar el desvío porque el viento sopla a favor en dirección a Verín. Por  una vez que voy como un tiro….
Sigo en paralelo a la carretera unos metros pero no veo señalización del camino. Doy media vuelta y veo  un pequeño cartel que indica Erosa. Pues por ahí será. La carreterilla desciende rápidamente hasta un bosque y  el hecho de estar más bajo que la Nacional me da mala espina. Efectivamente, la carreterilla se empina hasta llegar a este pueblecito. Atravieso sus calles hasta que se acaba el asfalto. Con el jaleo de los perros que advierten de la presencia del intruso se asoma una vecina y me indica el camino para ir a Venda da Capela. Cuando le pregunto por la distancia, resopla y me contesta que está lejos. La señora, que ya tiene unos añitos, recordaba  ir de niña por ese camino y que tardaba varias horas en llegar porque había que subir mucho. La información hay que procesarla: de niños las distancias siempre parecen más grandes así que estimo que tengo para una hora y media y lo cierto es que no me equivoqué por mucho.
Desde Erosa el camino empieza otra vez en descenso, entre árboles, atravesando un riachuelo, aunque no lleva demasiada agua en esa época.





Y poco después ya empieza la subida a la sierra. Aunque el primer tramo tengo que hacerlo empujando, el camino es ciclable. A medida que se va ascendiendo desaparecen los árboles. Diez kilómetros en soledad y en absoluto silencio, solo roto cuando el viento trae el sonido del traqueteo de la maquinaria pesada que se encuentra unos kilómetros más Este. Subo pensando en mis cosas y aprovecho los descansillos que voy haciendo (bueno, que me veo obligado a hacer) para admirar el paisaje que dejo atrás. Como se suele decir, “jodío pero contento…” Y esto era sólo el principio.

 
Empezando la subida a los Montes de Erosa









El único problema es que me estoy quedando sin agua y no veo el final de la subida. Sólo hubiera faltado que  me deshidratara en Galicia y a pocos kilómetros de un embalse. Pero finalmente llego a Venda da Capela y a la entrada de la aldea hay una fuente donde puedo refrescarme y reponer agua para el resto de la etapa.
La primera imagen el embalse fue un tanto decepcionante ya que el terreno está removido por las obras.



La cicatriz de las obras del AVE


Pero a partir de aquí el recorrido es una gozada.  La carreterilla discurre por la cresta del monte, flanqueada por la derecha por el Embalse  das Portas y por la izquierda con más montañas. Cada poco tiempo necesito detenerme para contemplar las vistas.

Y comienza el festival......







Campobecerros

En Campobecerros paro en el Bar Da Rosario a tomar un refresco y deleitarme con el recuerdo del paisaje de los últimos kilómetros. Aprovecho para charlar con un vecino y me confirma que tanto el albergue como la pensión que hay en el pueblo están ocupadas por los operarios. Hasta que no terminen las obras no va a ser posible hacer noche aquí.



A la salida de este pueblo hay un kilómetro y pico de subida que se las trae. Luego se desciende hasta Portocamba y otra vez a subir hasta la Cruz del Milladoiro. Otra de esas estampas típicas del Camino Sanabrés.

Portocamba




A la izquierda de la cruz está señalizado el camino que se convirte en la traca final de la etapa. El descenso hasta Laza por una pista que discurre por la ladera de la montaña y que te adentra en lo más profundo del valle. Si no fuera porque ya eran más de las siete no me hubiera importado hacer un buen tramo caminando. El lugar lo merece. De todos modos hay que ser precavido en la bajada, sobre todo en su primera parte. Sin darte cuenta la bici toma mucha velocidad, y si bien la pista es ancha, en las curvas hay mucha gravilla. Fue el único día en que al final de la jornada lo que me dolían eran las manos en lugar de las piernas.







Una vez en Laza toca fichar en el local de Protección Civil, donde te facilitan la llave y las fundas desechables habituales en los albergues de la Xunta, así como información para la etapa siguiente. En el albergue me reencuentro con los amigos franceses así como con Santi, el salmantino, que se queja de las rodillas y se ha visto obligado a acortar la etapa. Qué más puedo pedir. Un día inolvidable y buena compañía para la cena.


Albergue de Laza


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