domingo, 30 de noviembre de 2014

DIA 7: SAHAGÚN-LA ROBLA

Miércoles, 10 de Septiembre


No sé cómo me las compongo pero por mucho que madrugue no logro ponerme en marcha antes de las nueve. Pensaba desayunar en la pastelería que conozco pero está cerrada a esas horas. No me entusiasma la idea de empezar la jornada en ayunas pero sé que en este tramo del Camino Francés no va a haber problemas para avituallarse.  Los 57 kilómetros entre Sahagún y León tienen poca historia. Recorrido prácticamente llano y trufado de poblaciones intermedias.
Desayuno en El Burgo Ranero  y almuerzo en Mansilla de las Mulas. La única novedad que me encuentro en el trayecto es la construcción de una pasarela para cruzar el Rio Porma , evitando cruzar por el peligroso puente (coincide con la N-601)  que comunica con  Villarente.









Otro arreón más, culminada con un poco de subida, hasta alcanzar el  puente peatonal por el que se cruza la Nacional y ya tengo a la vista León.  El acceso hasta el centro de la ciudad sigue siendo igual de engorroso. La media hora de rigor circulando por la acera en sentido prohibido hasta que la concentración de peatones me obliga a echar pie a tierra.
A las dos de la tarde estoy  en la Plaza del Grano. Aparco la bici a la entrada del convento de las Carbajalas y entro a sellar la credencial. Saludo y me contestan con poco entusiasmo. La verdad es que recibo un poco de mi misma medicina porque menuda ceremonia que tienen para registrar a los peregrinos. Tengo delante de mí a tres extranjeros y con el primero han tardado casi diez minutos en ficharlo. Toma burocracia. Saco un refresco de la máquina expendedora y salgo fuera a tomármelo acompañado por un cigarrito. Me lo acabo y se me acaban de colar dos guiris más. Joer.  Mi particular “kryptonita” contra mis superpoderes de paciencia y pachorra es el hambre y, en esos momentos, mi estómago no paraba de aullar. Así que me salto la cola, le digo al “funcionario” que estoy de paso y sólo quiero sellar. Pues venga. Adiós, buenos días y a  comer.
Mientras esperaba ya he decidido donde saciar mi hambre. La primera opción es la de un restaurante que hay en una pequeña plaza cerca de la Calle Ancha pero la oferta gastronómica es de lo más “contundente”  y no sé si hubiera podido montarme otra vez en la bici.  A toro pasado creo que debería haber ido allí y pasar la tarde de turisteo por el bonito casco histórico de la ciudad.
Sin embargo, opté por ir al bar que hay frente al convento, donde hice mi última cena del camino en 2.012, y  que tenían como especialidad las “cazuelitas”. Me pido una de arroz a la cubana con huevos y el estómago parece quedarse satisfecho.




Plaza del Grano


Hora y media de relajo en la terraza y me dirijo a la catedral. Un par de fotos de recuerdo y hacia la Plaza de San Marcos. Aquí está la bifurcación entre el Camino Francés y el de El Salvador y durante uno momento tengo la tentación de continuar navegando hacia el Oeste, pero las dudas se disipan en treinta segundos. Con independencia de que ya conozca ese camino, durante la mañana he tenido una sensación extraña por no decir contradictoria. Me he cruzado con más peregrinos en unas pocas horas que en la suma de  los seis días anteriores y  sin embargo  me he sentido más sólo que nunca. Pues mejor seguir conmigo mismo “y mi circunstancia” rumbo al Norte en dirección a Oviedo.








El desvío está bien indicado. Hay que bordear el Hostal San Marcos por la derecha e ir remontando por un parque en paralelo al río Bernesga, se pasa por una zona residencial y sin solución de continuidad se llega a Carbajal de la Legua. En este pueblo tengo la feliz idea (alguna vez tenía que acertar….) de cargar agua porque los próximos kilómetros iban a ser de lo más “entretenidos”.





Recorro en línea recta casi tres kilómetros del casco urbano hasta que el asfalto desaparece.  Nada más adentrarme veo en el camino señalizado que la pista gana altura en poca distancia. Y, como de costumbre, no hay bifurcación que esquive en el último momento la subida. A trescientos metros ya estoy empujando. La próxima vez que lea en una guía  algo así como “bonito camino que trascurre a mitad de ladera” ya sé que no es buena idea recorrerlo por la tarde y después de 70 kilómetros de calentamiento. Menos mal que sólo iba hasta la mitad……




Tras el primer sofocón el camino suaviza su perfil hasta que en un giro a la izquierda aparece otro cuestalón. Creo que lo voy entendiendo. La primera subida era hasta “un cuarto” de ladera y con esta segunda ya habré llegado a la mitad.

Dejando atrás Carbajal de la Legua


También había leído en algún blog que era un tramo “divertido”. Pues yo me lo estoy empezando a pasar bomba…. En fin. La diversión se torna en carcajada cuando llego a una zona embarrada. En ese punto el camino gira a la izquierda bajando hacia el río pero la señalización indica que “tó tieso”. ¿Por dónde? Pues por una senda que no llegará ni al medio metro de ancho y empinada a más no poder. Hago tres intentos de empujar la bici por allí pero el barro hace que me deslice hacia atrás. A mi izquierda no tengo donde apoyarme y como me caiga hacia ese lado voy a aterrizar en una “colchoneta” de piedras. Vale, me rindo. Dos viajes para subir las alforjas y un tercero para la bicicleta. No sabría calcular el desnivel pero para hacernos una idea digamos que el manillar iba por encima del hombro.


Y aquí empezó la diversión.......



Una vez arriba, coloco las alforjas y en ese momento aparece un ciclista de la zona que va empujando a paso ligero su bici. Me pregunta si necesito ayuda y se hace cruces por haberme metido por ahí sin compañía. Le contesto que “bueno, pues me he encontrado contigo…..”. Me explica que quedan dos rampas más. Una que tiene que hacer empujando y una segunda que ya la puede hacer subido en la bici…..descargado, claro. En conclusión: que me faltan dos empujadas más.  La primera de ellas la hago estilo montañero escalando un ochomil. Diez pasos y parada para coger aire y descansar los gemelos, que parece que me vayan a explotar. Y así unas cuantas veces. La segunda subida la hago como si fuera………humm…….un seis mil, o sea, más o menos por el estilo que la primera pero más corta.




A todo esto ya  son más de las siete y yo metido en este berenjenal. Además, estando la batería de mi teléfono en las últimas, empiezo a recibir llamadas de números que no tengo registrados y que tienen toda la pinta de ser de alguna compañía de telecomunicaciones dispuesta a hacerme la oferta del siglo.  Y en esos momentos todo lo que no sea un par de piernas descansadas no me interesa. Rechazo una llamada, una segunda y no satisfechos con mis indirectas empiezan a llamar desde un número privado que no se corta al tercer ring…..!La madre que los parió!  Al final dejo el móvil en “modo avión” para reservarme la poca batería disponible por si tengo que dictar mis “últimas voluntades”, ja,ja,ja.



A partir de aquí el camino se suaviza pero noto que estoy más torpe de reflejos de lo habitual, que es una manera suave de decir que estoy para el arrastre. En un tramo de descenso la rueda trasera me derrapa y estoy a punto de irme al suelo. Pues me vuelvo a rendir. A empujar cuesta bajo.  Cuando por fin recupero la dignidad de sentarme en el sillín me cruzo con un vecino y le pregunto por la distancia hasta Cabanillas. Me dice que la casa que se ve al fondo es la entrada del pueblo. Me comenta que hay albergue pero no hay ningún bar. Que en todo caso alguna vecina  podría preparar algo de cena. Ya sólo faltaba para subirme la moral el ir mendigando comida por ahí………. Nada. Tomo la carretera y hago una pequeña contrarreloj de 9 kilómetros, con las pocas fuerzas que me quedan, para llegar a La Robla antes de que caiga la  noche. Y lo consigo por los pelos. A las ocho y media llego a este pueblo, que sí dispone de todos los servicios. Hay que registrarse en el bar de la Junta Vecinal, que se encuentra frente al albergue, y me confirma la propietaria que sirven cenas.  Perfecto. Antes de instalarme me tomo un refresco y se me ocurre activar el teléfono. Joer. Cinco llamadas perdidas de la “jefa” y un montón de mensajes pidiéndome que me manifieste. Llamo para tranquilizarla con el socorrido “es que me he liado un poco….”.
En el albergue tengo compañía. Un madrileño, un mallorquín, un alemán y un francés. Todo maromos para variar. En el Camino no están vigentes las políticas de cuotas, ja,ja,ja,ja. Hoy paso de esmerarme mucho en el lavado que estoy hambriento y seco. Plato de pasta y otro de albóndigas mientras veo en la tele como España es incapaz de superar a Francia en el Mundial de Baloncesto. No demoro mucho más la sobremesa que estoy “baldao” y por aquí hace fresquete.

!Ah!. El “divertido” tramo entre Carbajal y Cabanillas está perfectamente señalizado. Es cierto que es bonito pero para disfrutarlo mejor a pie. Y, en todo caso, es preferible hacerlo de buena mañana por si se complica la cosa….

No hay comentarios:

Publicar un comentario