viernes, 5 de diciembre de 2014

DIA 8: LA ROBLA-CAMPOMANES

Jueves, 11 de Septiembre

Otro día que no fallo. Me levanto el primero y me voy el último. Voy haciendo tiempo para que amanezca y, de paso, desayunar en el bar de al lado. Mientras tanto hago unas prácticas improvisadas de hospitalero siguiendo las instrucciones que hay en el albergue: ordenar los muebles de la cocina, recoger la basura, bajar hasta abajo todas las persianas y dejar la llave en el lugar convenido. No está de más dejarlo curioso para los que vengan después.


Albergue de La Robla

A las nueve el bar sigue cerrado.  Esto de empezar el día sin desayunar se está convirtiendo en una mala costumbre  y hoy la cosa se va a poner cuesta arriba sí o sí.
Ayer, al llegar casi anocheciendo, no me percaté de que el paisaje había cambiado. En pocos kilómetros había pasado de los agostados campos de la meseta a las verdes estribaciones de la Cordillera Cantábrica. Sin darme cuenta, embobado por el paisaje, llego hasta La Pola de Gordón, donde ya puedo tomar el desayuno reglamentario.


Ermita del Buen Suceso




Poco a poco voy alcanzando a los peregrinos con los que compartí albergue. Al último, el madrileño, me lo encuentro haciendo un descanso. Le acompaño un par de kilómetros y acabamos tocando el tema de  los “permisos matrimoniales” para las escapadas camineras. Otro al que ha dado por imposible la parienta. No voy a ser yo el único “chalao”, ja,ja,ja.   Nos despedimos en Buiza. Él va a continuar por el camino oficial, por la Forcada de San Antón, hacia Poladura de la Tercia. Yo tengo descartada esta ruta porque por lo que he leído es impracticable para la bici, a no ser que estés dispuesto a llevarla a cuestas.






En mi caso, tengo que tomar la alternativa de invierno por el Collado de Villasimpliz, que es la  “recomendada” para ciclistas. La recomendación consiste en pedalear doscientos metros y empujar el kilómetro y medio restante. Además del desnivel, es que el camino está roto, roto. Un hilillo de pocos centímetros en el centro flanqueado por surcos llenos de piedras y zarzas, así que el centro para la burra y por uno de los surcos que empuje el burro al estilo de ayer. Diez pasos y descansillo. Y en ese plan durante una hora. Pero, en fin,  las vistas compensan con creces la ascensión a ritmo de paso de Semana Santa. Y durante esa hora de completa soledad estoy más feliz que una lombriz. El que me entienda que me compre….




Camino un poco "estropeao"....


Vistas desde el collado de Villasimpliz


Una vez coronado el collado tengo que estudiar la manera de abrir la cancela que corta el paso. Tras descifrar el mecanismo de apertura toca averiguar por dónde se desciende. No hay senda marcada y en mi primer intento, campo a través,  me topo con un terraplén. ¿Por dónde se bajará? De vuelta a la cerca encuentro la solución “tecnológica” al pequeño enigma:  trazar un “track” a base de “shitpoints”, o lo que es lo mismo, seguir el rastro de boñigas que dejan las vacas. No saben “ná” los animalicos….
En el descenso me encuentro con el dueño del rebaño de vacas que pasta por los alrededores. Charlamos un rato y en un momento de la conversación deja caer que a menudo los excursionistas y/o peregrinos no cierran la valla y las vacas se van de turismo al otro lado, con la consiguiente bronca del Seprona. Nos despedimos no sin antes garantizarle que había cerrado la valla correctamente, que lo mío me costó dejarla más o menos como estaba.




Una vez en  Villasimpliz  tomo la “pestosa”  N-630. A la salida del pueblo esquivo el túnel por la antigua carretera para evitar sustos. Sigo hasta Villamanín  y me detengo junto al panel indicativo de inicio del Puerto de Pajares. Como no me veo con fuerzas de superar  la tachuela con el mísero plátano que acabo de comerme, doy media vuelta y me dirijo a un restaurante que acababa de sobrepasar con el parking atestado de camiones.  Como si fuera un condenado a pena capital, me acojo al derecho  a tomar “mi última comida”. Al menos que me pille con el buche lleno. El tópico no falla.  Si el bar es frecuentado por camioneros es que se come bien. Y tanto. Ensalada de pasta, gallina de corral, postre y café. Con las raciones que servían podían comer tranquilamente dos personas y el precio no llegaba a los dos dígitos. Un escándalo.



Satisfecho mi último deseo me pongo en marcha. A ver qué tal se me dan los doce kilómetros siguientes…. Para mi sorpresa los tres kilómetros, hasta Villanueva de la Tercia, son llanos. Pues ya sólo me faltan nueve. A partir de aquí  ya empieza a empinarse la cosa (la carretera…) y me pongo en función “molinillo”.  Me encuentro con otro túnel y repito la maniobra de evitarlo por el lateral, pero aquí la maleza ha engullido el asfalto. Que me vaya raspando las brazos y las piernas lo llevo con resignación pero las zarzas que cruzan la minúscula senda me dan, valga la redundancia, “mala espina”. Me incorporo de nuevo a la carretera y a la altura del apeadero de Busdongo me doy cuenta de que he pinchado.  Instalo la cámara  que compré en Sahagún y me digo a mí mismo que “ésta es la última que pongo”.  Y lo cierto es que así fue.
Pues sin prisa pero sin pausa ya tengo a la vista la Colegiata de Santa María de Arbás y un kilómetro después corono el puerto.





La verdad es la vertiente leonesa del puerto no es para tanto. Carretera ancha con arcén, sin apenas curvas y subida muy progresiva. Poco más de doscientos metros de desnivel en doce kilómetros. Pero para mí fue mi pequeño momento de gloria. Y con la alegría añadida  de entrar en Asturias, donde nunca había estado. Quién me iba a decir hace cuatro años que llegaría hasta aquí en bicicleta.
Eso sí, la vertiente asturiana es harina de otro costal. Un puertaco de padre y muy señor mío. Aunque suene a broma las pasé canutas en la bajada. El peor momento de todo el viaje. Nada más empezar el descenso te encuentras con un cartel avisando del fuerte desnivel (¡17 %!). Es como tirarte al mar con un lastre de cien kilos. Que tenga que dejarme los frenos para que no se me desboque la burra es normal pero con lo que no contaba es con el “bamboleo” de la rueda trasera que está a medio hinchar. Por este lado no hay arcén y tampoco podía abrirme demasiado para negociar las curvas ya que cada poco tiempo tengo de frente o a rebufo a algún camión. Poco antes de llegar a Pajares me detengo en una escapatoria para camiones (tiene guasa la cosa….) para relajarme un poco. Joer que estrés.

Adiós a León..........

............y hola Asturias

Cojo aire y a continuar. Más curvas, más camiones y más carteles de peligro por fuerte desnivel. Creo que leí toda la secuencia: 10%,11%,12%,13%,14%…. Qué veinte kilómetros más largos intentado no acabar como un sello…... Una vez alcanzado el fondo del valle decido terminar el día en Campomanes.
La primera intentona para alojarme no cuaja pero no hay mal que por bien no venga. La farmaceútica del pueblo me recomienda un hotelito rural (“El Reundu”) situado a la salida del pueblo y que dispone de un restaurante con buena fama. Un acierto. Todo nuevo y precio ajustado.
Después de la ducha bajo al bar-restaurante y, ya que estoy en Asturias, pues pido sidra. Pensaba, ignorante de mí, que se servía por vasos, como el vino, y resulta que me plantan una botella de 70 centilítros.  Salgo a la entrada a hacer las llamadas de rigor y de paso enviar un mensaje un tanto especial. Otro de los encuentros que tenía programados en esta excursión era encontrarme con los dos amiguetes franceses con los que coincidí en la Via de la Plata el año pasado. Ellos habían salido el día 1 desde Irún y quería reunirme con ellos en el último tramo del Camino del Norte. Envío el mensaje informando que mañana podría estar en Avilés y recibo al rato la respuesta que están alojados cerca de Luarca. Mañana quieren llegar a Ribadeo pero eso significa que van dos jornadas por delante de mí. Me parece a mí que la cosa no va a cuadrar.
A la cena casi llego porque menudo “pedete” estoy cogiendo con la sidrina. La especialidad de la casa es el “cordero a la estaca” pero se me ha hecho muy tarde para darme ese atracón, así que me conformo con dos platos de sopa (y todavía quedó en la sopera dos raciones más), codillo y cuajada.





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